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“Mordiendo en el vacío”: desenfreno y gastronomía en una novela adictiva

El libro del debutante Juan Pablo Cantini, editado por Notanpüan, sigue los pasos de Adil, un joven apasionado por el arte culinario en días de excesos y furia.

Foto: Infonews
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Desde las primeras páginas de Mordiendo en el vacío, novela de Juan Pablo Cantini publicada por la editorial Notanpüan, sabemos que Adil, el personaje central, es un impostor. El joven trabaja como crítico gastronómico en la revista Bonvivant. Su labor consiste en ir a restaurantes lujosos y no tanto, entrevistar a sus dueños, degustar distintos menús y escribir, finalmente, sobre esas experiencias. Podríamos decir que Adil conoce a la perfección los gajes del oficio, pero guarda un secreto cuya revelación, entre otros contratiempos, dejaría al descubierto que es un farsante: carece de gusto y olfato. Así, a pura intuición y descaro, va imaginando sabores y ganándose el respeto de los emprendedores gastronómicos. ¿Acaso eso no lo convierte en un artista?

Pero Adil no es un tipo fácil. Con un pasado que le pisa los talones, deambula por la ciudad y su periferia dominado por la ira. En sus peores días, es capaz de agarrarse a trompadas con el primero que se le cruce. Haciendo un culto de la soledad casi sin saberlo, se refugia en su departamento, toma merca, no contesta los mensajes y trabaja como puede. Se vuelve un ser ausente, ensimismado, e indefectiblemente su mundo cotidiano se altera.

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Con un capítulo introductorio lleno de astucia narrativa y escrito de manera soberbia, Mordiendo en el vacío es una novela abrumadora, por momentos asfixiante, que nos sumerge en las aguas turbulentas de la vida de Adil. Más que testigos, somos cómplices; las miserias de Adil saltan a la vista, claro, están a la orden del día, pero de una u otra forma terminamos empatizando con él. Ese es el mayor mérito del libro de Cantini. No denuncia, retrata. No juzga, cuenta.

El derrotero de Adil tiene una extensión de 247 páginas. Al terminar la novela, tenemos dos sospechas. La primera, que a esta historia no le falta ni le sobra nada. La segunda, que su protagonista es, en definitiva, un Dr. Jekyll y Mr. Hyde de estos tiempos. Últimamente, las buenas intenciones son vencidas por el desencanto.

 

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