SOCIEDAD | educación sexual | esi | lgbtiq+ | menstruación | personas con vulva | síndrome premenstrual

Las otras menstruaciones: experiencias de personas LGBTIQ

Cuando pensamos en la menstruación seguramente la asociamos con las mujeres cishetero. Pero ¿cómo viven la menstruación las demás personas con vulva? ¿Cómo fueron esas primeras veces y con qué información las encontraron? Estos relatos reviven viejas anécdotas que van desde suponer que les embarazó el espíritu santo, hasta el temor ante la posibilidad de mancharse.

¿Recordás tu primera menstruación? ¿Tenías información o te tomó por sorpresa? Para muchas personas, menstruar en su niñez o adolescencia puede ser un suceso casi traumático, shockeante, un malestar físico y psicológico que debe ser ocultado a la fuerza. Menstruar es una mentira colectiva, una verdad callada, que debe pasar desapercibida. ¿Cómo se esconde algo tan potente como la sangre?

Los discursos que más circulan casi siempre toman la pantalla en detrimento de otros. Ya conocemos el relato de las mujeres cisgénero heterosexuales, pero ¿cómo viven la menstruación las demás personas con vulva?

Infonews decidió incursionar en este terreno invisibilizado y recogimos testimonios de personas LGBT que, a su vez, nombran factores determinantes que se cruzaron en sus menstruaciones. ¿Qué tiene que ver la identidad de género, la alimentación y el lugar donde se vive con el acceso a la información y cómo afecta a tu cuerpo? Enterate acá.

 

Carolina Meloni, sexóloga con perspectiva de género y transfeminista, nos contó acerca de su vínculo con la menstruación y su punto de vista como profesional de ESI.

Infonews: ¿Cómo fue tu primera menstruación? ¿Con qué info contabas?

Carolina: Yo menstrué bastante grande ya, tenía unos 15 años. Si bien por momentos me llamaba la atención ser la única de mi entorno que no menstruaba, no me entusiasmaba mucho la idea de que suceda. Contaba con mucha información (aunque bastante sesgada, fue hace 30 años y en un contexto no muy formado en el área), ya que en mi entorno se hablaba mucho acerca del funcionamiento del cuerpo y de la sexualidad. Sabía de qué se trataba la sangre que iba a eliminar, que iba a salir de mi útero por mi vagina hacia el exterior, y que debía usar toallitas de algodón para no mancharme. Sabía que a partir del momento de menstruar había posibilidad de embarazo, y sobre todo sabía que debía doler. Que eso era lo normal. Que iba a estar indispuesta. Que iba a tomar mucho ibuprofeno y quizás estar en cama, un día, varias horas al día y sentir malestares. Tenía habilitado hablar del tema sin vergüenza, porque de hecho era motivo de orgullo: ahora sí, era una señorita.

No sucedió mucho de eso. No me sentí señorita, no sentí dolores. El malestar era la mirada perseverante con expresión de satisfacción de las mujeres de mi familia. Eso sí: miedo a mancharme, incomodidad con las toallitas, impresión de descarga inminente, cambios en el estado anímico durante el ciclo, sensación de injusticia divina respecto de quienes no tenían útero.

Infonews: ¿Cómo te vinculaste desde entonces con tus menstruaciones?

Carolina: Durante muchos años hemos sido buenas compañeras ellas y yo. Nos toleramos mutuamente. Pero, acercándome a los 40, mi cuerpo empezó a ser cada vez más incómodo con los síndromes premenstruales. Migrañas, náuseas, mareos, sofocos, hipotensión, entre los síntomas más leves pero más recurrentes. Ni hablar de que el tratamiento otorgado por profesionales médicxs (humano y farmacológico) era siempre el mismo: usá anticonceptivos hormonales para regular tu ciclo, a pesar de mi edad y de que fumé más de 20 años.

Cuando finalmente me bajaba me sentía mucho mejor, siempre sentí alguna que otra contracción uterina intensa, pero no más que eso. Eventualmente mi vulva se irritaba, pero desde que accedí a las toallitas de tela todo fue para mejor. Inclusive, es mucho más fácil hablar con mi hijo (varón cis) sobre el tema, ya que las ve en remojo en la bañera y me ve lavando la sangre y colgándolas en la cuerda al sol. Gracias a esto, ¿me amigué con el hecho de menstruar? Claro que no. Acepto que sucede. Pero cada vez le encuentro menos sentido y más incomodidad.

Infonews: ¿Qué material te parece que tendría que estar disponible en espacios educativos y sociales?

Carolina: Creo que debe hablarse de la menstruación y de la gestión menstrual dentro de las pedagogías de las primeras infancias.

Debe explicarse con claridad qué partes del cuerpo están involucradas, qué hormonas, qué sistemas influyen, y dejar de asociarlo directamente con "femineidad", "mujerez" y "maternidad". Dejar de naturalizar el dolor, que sea un marcador de consulta y no de farmacoterapia "autogestiva" (lo entrecomillo porque no es autogestiva sino de respuesta automedicativa a la publicidad del estilo "ibuEVAnol" rosa).

Incorporar a las personas que no tienen capacidad de menstruar a las pedagogías menstruales y de ciclos hormonales, para que se les facilite empatizar con los malestares e incomodidades asociados a los mismos, así como que sean concientes del privilegio de no tenerlos. Ofrecer estrategias y recursos de gestión menstrual más variados, completos y más amigables con el medio ambiente y más accesibles a las personas con menos recursos. Y usar lenguaje coloquial para facilitar el acceso a la comprensión de toda la población.

 

Por otro lado, Ana de 21 años, se identifica como lesbiana y nos compartió su experiencia personal mediada por la religión y la alimentación:

La primera vez

"Me vino a los 9, muy temprano. Lo primero que pensé —y por mucho tiempo después—, fue que no quería dejar de ser una nena.

Me puse a llorar una vez que mi vieja me explicó lo que era. Le dije lo que me angustiaba, pero me dijo que no era así, aunque también le contaron a mis parientes diciéndoles que 'ya era una señorita' y eso me hizo sentir re incómoda. Así que eso, me vino de muy chica y yo no quería dejar de sentir esa inocencia de la niñez y de repente tener que cortar con mi infancia. Por otro lado, fui muy irregular durante los primeros tres años y entonces no tenía que pensar en eso constantemente.

En cuanto a información, es gracioso porque me pasó un poco después de que fuera Siempre Libre a dar una charla de educación sexual en la escuela. Ellos daban un librito que explicaba cuestiones como esta, enseñaba los genitales y la pubertad, y me re sirvió. Nos habían dejado una toallita y un protector diario también. Tener la información no hizo que se me quitara el horror de la primera vez, pero fue útil".

 

Los siguientes períodos

"En esos años yo era muy cristiana (fui a una escuela religiosa) y no sabía mucho sobre la irregularidad. No me había venido como por nueve meses, así que pensé: '¿Y qué pasa si estoy embarazada del espíritu santo?'. Al mismo tiempo pensé un montón de otras posibilidades que explicaran por qué no me venía, como si había pasado algo sin que yo me entere o algo así... Luego se me fue regularizando.

Más allá de mi experiencia como mujer y de lo femenino, mis siguientes menstruaciones tuvieron que ver con desórdenes alimenticios, y mi cuerpo y dieta. Yo perdí mi menstruación a los 14, una primera vez porque desarrollé ortorexia y no me había dado cuenta. No sabía que estaba desarrollando un desorden alimenticio, yo solo pensaba que estaba comiendo sano y ejercitándome. Pero la cosa es que lo había llevado al extremo de mucha restricción y demasiado ejercicio. Me dejó de venir y eso me preocupó un montón, y ese fue el signo para empezar a mejorar en esa época.

Después volví a tener una recaída, pero ahora de anorexia. Y por eso perdí mi período por más de medio año. Y en el tiempo que no lo tuve la verdad que pensaba en que 'no tengo que pasar más por esto, por sangrar y por los dolores'; aunque al mismo tiempo sabía que era el indicador de mi bienestar, así que cuando me volvió fue un alivio para mi familia. En 2018 recuperé mi período y fui regular desde entonces.

También recuerdo que cuando me hice vegana y dejé los lacteos los dolores cambiaron un montón, se hicieron más leves. Así que les conté a mis amigas de secundaria qué magia me había resultado para no tener dolores tan fuertes.

Hoy en día odio la parte del dolor, sobre todo en el primer día. Me tomo el ibuevanol, me duermo y despierto bien... en ese sentido tengo suerte de no pasarla tan mal. Y sí, me da cierto asco el hecho de la higiene constante y las molestias. Estaría perfecta sin menstruar, pero no me gustaría que sea un indicador de que algo está mal con mi cuerpo como me ha pasado antes".

 

Jose tiene 22 años y también se identifica como lesbiana. Sus menstruaciones transcurrieron en el silencio de la desinformación y la destrucción de los mitos a medida que crecía:

La primera vez

"En lo personal tenía muy poca información, nada de ESI ni similar cuando iba a primaria, así que no conocía mi cuerpo mas allá de lo visible. Mis compañeras no lo hablaban y en mi casa tampoco. Recuerdo que tenía 12 años cuando pasó y estaba viviendo con mi abuela y mi mamá; mi abuela era especialmente tradicional, entonces para ella fue motivo de celebración y felicitación, lo hablaron con mi mamá y mi tía en la mesa como si hubiese pasado algo tremendo.

Yo no sabía que me iba a pasar, no estaba yendo a controles a pesar de sentirme rara, y primero me asusté. Llamé a mi mamá en medio del pánico y la escuché mientras pensaba para mis adentros 'no puede ser, si soy una nena, no quiero ser mujer'. Ella me explicó muy por encima cómo iba a ser (el malestar físico sobre todo). La nueva preocupación era ahora que pudiese quedar embarazada, y me dijo que si eso sucedía iban a prohibirme salir y me iba a hacer cargo así tuviera un bebé con 13 o 14 años".

Encuesta nacional para conocer la calidad de vida de las personas LGBTIQ+

 

Cortar con lo establecido

"Pasados ya alrededor de diez años desde la primera menstruación mi entendimiento y perspectiva al respecto cambiaron mucho; separé completamente la idea de feminidad o el 'ser mujer' con el concepto social de menstruación. Lo tomo como algo que sucede y nada más que eso. Me tomó mi tiempo dejar el miedo inicial y comprender que, en realidad, todo el peso que tiene es construido. Por otra parte, todavía me cuesta dejar la vergüenza de lado: hablar del tema es incómodo con mayores (especialmente hombres cis) y salir a la calle tiene que ser con muchas preparaciones, porque si alguien sabe que estás en tu ciclo seguramente te diga 'Con razón el mal humor', entre otros comentarios machistas que he recibido. También el miedo que tenemos muchas personas de pensar que mancharse en público es el fin del mundo, como si fuéramos descuidadas o fuera algo terriblemente asqueroso.

La primera vez que fui a una ginecóloga fue ya con 22 años, por dudas y malestares que me generó desde siempre la menstruación y que nunca pude hablar con nadie por vergüenza, que creo que tiene mucho que ver con mi entorno familiar tradicional de ciudad chica (Entre Ríos, Gualeguaychú). Es peligroso no hablar del tema como lo que es, porque podríamos estar pasando por alguna afección y no lo sabríamos, porque total "hay que aguantarse el dolor", como dice mi mamá que fue criada de esa manera. Me parece genial que ahora las escuelas dispongan de ESI y que se hable con alumnes de primaria y secundaria sobre lo que pueden experimentar física y mentalmente. Eso hace que se rompa con las ideas arcaicas de que automáticamente sos una adulta por ser capaz de reproducirte, cuando es más que eso la menstruación en términos biológicos. Y también con la idea de que para ser mujer hay que menstruar, porque como sabemos existen millones de mujeres que no lo hacen, y eso no define lo que somos. Hay que hablar de todo, en casa y en las escuelas".

 

El tercer testimonio es de Lar, una persona no binaria de 30 años que también tiene un hijo y que se define como "madre" en oposición al término "padre", con todo el peso social que conlleva:

"Mi primera menstruación fue a los 12 y medio que sabía de qué se trataba, porque por cuestiones de negligencia maparental tuve acceso a la pornografía de muy chiquito, entonces toda la parte sexual yo lo sabía. Y después mi vieja quedó embarazada, y entonces me explicó toda la cuestión reproductiva; por eso yo ya tenía alguna data, más o menos sabía de qué se trataba.

Era verano, fui al baño y cuando vi que me manché la llamé a mi vieja. Y fue recontra celebrado: mi viejo me regaló flores, mi abuela lloró, toda la ceremonia. Y lo único que yo pensaba era que me molestaba y me dolía y me sentía mal.

 

Ser una persona trans que menstrúa

Al día de hoy no me acostumbro a menstruar. Es raro, es como "¿por qué estoy sangrando, qué es esto?". No lo vinculo con la femineidad y, de hecho, me da mucha paja todo el discurso de las mujeres que se amigan con sus menstruaciones, la cuerpa y el útero gestante. Me parece un hecho natural y muy molesto, incómodo y hasta injusto: ¿por qué es un proceso doloroso, con olor y mugre?

Nunca me significó nada, no pude ni odiarla ni encontrarle un significado sagrado... Es solo eso: algo que molesta una vez por mes y que no termino de entender su existencia, en un sentido práctico.

Es raro ser una persona trans que menstrúa. Mi experiencia con lo trans es como... sentirme como un ente, ni una cosa ni la otra. Y esto de menstruar viene aparejado de un montón de simbología hiperfemenina que da una re paja. Las publicidades de toallitas te la venden con el mensaje de que "no dejes que nada te detenga" y siempre dirigida a mujeres. Y no me representa, no me interpela y me molesta, porque hay una romantización de la menstruación que no tiene ningún sentido. Ya de por sí por ser no binarie quedo afuera de muchas cosas, y con la menstruación... es una charla muy de mujer, hay como un empoderamiento medio raro ahí. Culturalmente está demasiado asociado a la mujer, todavía hay toda una falopa de maternidad y de reproducción muy fuerte de la que no me siento parte, incluso siendo madre".

Desde la primera marcha de Ni Una Menos hubo un femicidio cada 31 horas



Dejá tu comentario